La familia fue creada por Dios para beneficio del hombre y no se compara con ningún bien terrenal. La familia no solo se necesita para la continuación de la creación humana, sino para apoyar el plan de Dios buscando llevar a cabo Su voluntad.
Cada miembro de la familia tiene un rol delegado por el Señor que debe ejercer con gozo. Estos distintos roles no tienen que ver con el valor ni la dignidad de la persona, ya que todos somos hijos del mismo Padre Celestial comprados a precio de sangre. Sin embargo, nuestros roles es la manera en cómo Dios ha diseñado la familia para reflejar su gloria. Podemos partir de un texto de la Palabra para esto. Dios instruye a cada quien de la siguiente manera: “Esposas, sujétense cada una a su esposo como corresponde a quienes pertenecen al Señor. Maridos, amen cada uno a su esposa y nunca la trate con aspereza. Hijos, obedezcan siempre a sus padres, porque eso agrada al Señor. Padres,no exasperen a sus hijos, para que no se desanimen” (Colosenses 3:18-20).
Muchos confundimos esta dinámica con posturas machistas o arcaicas. Sin embargo, no hay nada más hermoso que ver esta relación de amor, sujeción y obediencia entre los distintos miembros de una familia. Cuando los maridos aman a su esposa con el mismo amor que Cristo amó a su iglesia, buscando dar su vida por ella, liderando con gentileza y humildad y una esposa responde a ese liderazgo con sujeción y respeto, buscando ser intencionalmente una ayuda idónea de ese esposo, eso da gloria a Dios. Cuando los padres pastorean el corazón de sus hijos y buscan criarlos en el temor del Señor, mostrando la misma disciplina amorosa que nuestro Padre ejerce con nosotros y en respuesta, esos hijos obedecen a sus padres con amor, eso da gloria a Dios.
Nuestras familias son un retrato al mundo del evangelio de Jesucristo, Aquel que por amor entregó su vida por nosotros, nos perdona de cada uno de nuestros pecados y trae redención y reconciliación al mundo. Dios permita que esto pueda ser una realidad en medio de nosotros y nos ayude por medio de su Espíritu Santo, en nuestra debilidad, a honrarle a Él y a traer gloria a su nombre en cada uno de nuestros hogares.
¡Dios bendiga a todas las familias MECS!
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